"Arriva" 2012
Al poco de haber dejado yo mi Alsa, mi hermano el valiente se metía en un Arriva. Para quien no conozca los autobuses Arriva basta explicar que en el viaje de ocho horas en autobús de la universidad a mi pueblo me dolían más las dos horas del Arriva que las seis del autobús de la otra empresa. Por eso me hizo gracia que mi hermano se preguntara en pleno viaje por qué los viajes en Arriva son más largos y dolorosos. Aquí está la respuesta resumida:
1. El vehículo. Mi teoría es que la flota de Arriva es una exposición itinerante que viaja por los pueblos ilustrando la historia del autocar. No estoy hablando de los Arriva que hacen trayectos largos, ni de los Arriva de dos pisos londinenses. Estoy hablando de los autobuses que traquetean como si fuesen a desmontarse en cualquier momento, con puertas que se van cerrando mientras el autobús hace sus primeros metros o pasillos con bolsas de aire misteriosas. Es el llamado efecto diligencia.
2. El itinerario. El Arriva que sale de mi pueblo tiene un itinerario de esos que van dando vueltas, como los de los Scalextric. Yo entiendo que en un autobús que sale una vez al día, cuando sale, tendrá que pasar por todos los pueblos que pueda. Lo que se hace raro es que vaya parando en el medio de la nada a cada metro. Parece que su único objetivo es recoger autoestopistas octogenarios.
3. Los pasajeros. La gente que viaja en autobuses nocturnos es rara y siempre hay por lo menos uno con pinta de psicópata (aunque normalmente suele haber de 3 a 5)... pero son más silenciosos. Lo normal es que en un bus nocturno no te pongan una película sin auriculares ni tengas que escuchar tertulias políticas, o peor, Cadena Dial. Punto para el bus nocturno.
Interior de un Arriva. Imagen facilitada por mi hermano el viajero.
1. El vehículo. Mi teoría es que la flota de Arriva es una exposición itinerante que viaja por los pueblos ilustrando la historia del autocar. No estoy hablando de los Arriva que hacen trayectos largos, ni de los Arriva de dos pisos londinenses. Estoy hablando de los autobuses que traquetean como si fuesen a desmontarse en cualquier momento, con puertas que se van cerrando mientras el autobús hace sus primeros metros o pasillos con bolsas de aire misteriosas. Es el llamado efecto diligencia.
2. El itinerario. El Arriva que sale de mi pueblo tiene un itinerario de esos que van dando vueltas, como los de los Scalextric. Yo entiendo que en un autobús que sale una vez al día, cuando sale, tendrá que pasar por todos los pueblos que pueda. Lo que se hace raro es que vaya parando en el medio de la nada a cada metro. Parece que su único objetivo es recoger autoestopistas octogenarios.
3. Los pasajeros. La gente que viaja en autobuses nocturnos es rara y siempre hay por lo menos uno con pinta de psicópata (aunque normalmente suele haber de 3 a 5)... pero son más silenciosos. Lo normal es que en un bus nocturno no te pongan una película sin auriculares ni tengas que escuchar tertulias políticas, o peor, Cadena Dial. Punto para el bus nocturno.
Interior de un Arriva. Imagen facilitada por mi hermano el viajero.