Los centros infernales
El otro día fui a un centro comercial y recordé todos los motivos por los que los odio tanto:
1. La localización. Todas las tiendas están juntas... en los confines del universo. A ver... ¿en qué estaban pensando? ¿Si no les puede venir bien a todos que no le venga bien a nadie? Y mi parte favorita: la mediana, porque, claro, todo macro centro comercial que se precie tiene que estar al otro lado de una mediana. Si tuviera que elegir lo que más grima me da en el mundo (incluyendo los pájaros muertos y las imágenes de operaciones) escogería las pasarelas por encima de una autovía de varios carriles. Y si tienen pasamanos de reja y rendijas en el suelo, mejor que mejor. Creo que los ingenieros no se dan cuenta de que para la gente como yo resulta mucho más atractivo cruzar los 5 carriles a lo kamikaze que subirse a una pasarela que tiembla.
2. La gente. La cantidad y a veces la calidad, porque anda que no hay chonis en los centros comerciales... También me ponen especialmente nerviosa las conversaciones entre madres e hijas en los probadores ("Eso te queda fatal, te hace gorda, no te favorece en absoluto...¿es que no lo ves?" "[gruñido] Ya te vale, mama, ya estamos otra vez, [taco] a mí me gusta [gruñido doble + taco]") y los niños que se te meten en el probador.
3. Los baños. Eso es para hacer una película gore. Yo no sé qué hará la gente en sus casas, pero habría que hacer un análisis de ADN, identificarlas y meterlas en la cárcel (hablo en femenino porque no frecuento los baños de chicos pero me imagino que será parecido). Estoy acostumbrada a usar baños públicos pero ayer de verdad que me entraron arcadas. Se me debía de estar poniendo la cara verde, porque una señora que me vio ahí parada con cara de indecisión me puso un kleenex en la mano para que me animara a entrar (los baños menos horripilantes no tenían papel, los que tenían papel... no hay palabras).
4. El laberinto. Yo no estoy segura de que sea legal tener eso tan mal señalizado. El día que ocurra algo, dios no lo quiera, vamos a empezar todos a dar vueltas en círculos. Me produce un agobio increíble, no es la primera vez que me acerco a una dependienta de El Corte Inglés para preguntarle desesperada cómo puedo salir de una vez, en la planta que sea, la salida que sea, sólo SALIR. Hablando del tema hace años una amiga dijo bromeando que a lo mejor hacían expediciones una vez cerrado el centro para encontrar a la gente que no pudo salir. A lo mejor si lo hicieran no me entrarían taquicardias cada vez que me esconden la salida.
1. La localización. Todas las tiendas están juntas... en los confines del universo. A ver... ¿en qué estaban pensando? ¿Si no les puede venir bien a todos que no le venga bien a nadie? Y mi parte favorita: la mediana, porque, claro, todo macro centro comercial que se precie tiene que estar al otro lado de una mediana. Si tuviera que elegir lo que más grima me da en el mundo (incluyendo los pájaros muertos y las imágenes de operaciones) escogería las pasarelas por encima de una autovía de varios carriles. Y si tienen pasamanos de reja y rendijas en el suelo, mejor que mejor. Creo que los ingenieros no se dan cuenta de que para la gente como yo resulta mucho más atractivo cruzar los 5 carriles a lo kamikaze que subirse a una pasarela que tiembla.
2. La gente. La cantidad y a veces la calidad, porque anda que no hay chonis en los centros comerciales... También me ponen especialmente nerviosa las conversaciones entre madres e hijas en los probadores ("Eso te queda fatal, te hace gorda, no te favorece en absoluto...¿es que no lo ves?" "[gruñido] Ya te vale, mama, ya estamos otra vez, [taco] a mí me gusta [gruñido doble + taco]") y los niños que se te meten en el probador.
3. Los baños. Eso es para hacer una película gore. Yo no sé qué hará la gente en sus casas, pero habría que hacer un análisis de ADN, identificarlas y meterlas en la cárcel (hablo en femenino porque no frecuento los baños de chicos pero me imagino que será parecido). Estoy acostumbrada a usar baños públicos pero ayer de verdad que me entraron arcadas. Se me debía de estar poniendo la cara verde, porque una señora que me vio ahí parada con cara de indecisión me puso un kleenex en la mano para que me animara a entrar (los baños menos horripilantes no tenían papel, los que tenían papel... no hay palabras).
4. El laberinto. Yo no estoy segura de que sea legal tener eso tan mal señalizado. El día que ocurra algo, dios no lo quiera, vamos a empezar todos a dar vueltas en círculos. Me produce un agobio increíble, no es la primera vez que me acerco a una dependienta de El Corte Inglés para preguntarle desesperada cómo puedo salir de una vez, en la planta que sea, la salida que sea, sólo SALIR. Hablando del tema hace años una amiga dijo bromeando que a lo mejor hacían expediciones una vez cerrado el centro para encontrar a la gente que no pudo salir. A lo mejor si lo hicieran no me entrarían taquicardias cada vez que me esconden la salida.