Cuando todo sale mal
[30 junio 2010]
¿Por qué cuando algo sale mal… todo sale mal? Hoy al llegar a Santiago me sentí como una peregrina más: estrené unos zapatos y en vez de llegar al trabajo a pie llegué a muñón. En la tienda son siempre tan cómodos…! Pero qué falsos son los zapatos...
Y a partir de ahí todo fue a peor. Me pasé todo el día con los pies fuera de las bailarinas del infierno y cada vez que oía a alguien por el pasillo me las ponía. Se me pasó la hora y tuve que salir literalmente corriendo. A los 30 segundos de haber abandonado el edificio se me rompió el asa del bolso y se me cayó al suelo. Lo enrollé como si fuera el látigo de Indiana Jones y salí corriendo parque a través. Vi un pájaro sin cabeza. Hacía un sol del demonio y no me había dado tiempo a ponerme la crema.
Como siempre, olvidé que era asmática hasta que empecé a jadear. Y luego a laiar. Entre respiración y respiración repetía como mantra “Qué asco de la mierda” alternado con la versión más enxebre "Qué noxo de la mierda". [Vi un pájaro sin cabeza.] Menos mal que era cuesta abajo y que al menos uno de los semáforos estaba en verde. A esas alturas ya estaba pensando "lo único que me queda es caer de bruces y que me pase alguien/algo por encima". [Un pájaro. Sin cabeza.] Cuando por fin llegué ya no sentía el dolor. Bueno, a quién vamos a engañar, los pies me dolían como el demonio pero el sol y los 30 grados me hacían pensar en otras cosas. [Muerto. Sin cabeza.]
Y entonces llegó el duelo final con la máquina de los billetes. Primero no quería el abono y después se dedicó a hacerme el vacío. Pero da igual porque pude apreciar una vez más el interesante ritual del guerrero que acude en ayuda de la damisela en apuros con la no poco paternalista frase "Mira, prueba así" para tragarse a continuación sus palabras porque no, no era así. [Un pájaro. Muerto.] Cuando conseguí llegar al último menú decidió que ese billete concretamente no me lo iba a vender, así que empecé a hacer clic como una posesa para que me devolviera mi abono. [¿Por qué miraría, dios mío, POR QUÉ?] Me lo devolvió justo a tiempo para que me metiera en el tren y esperase la clemencia del revisor. Y no volveré a comer pollo en una temporada.
¿Por qué cuando algo sale mal… todo sale mal? Hoy al llegar a Santiago me sentí como una peregrina más: estrené unos zapatos y en vez de llegar al trabajo a pie llegué a muñón. En la tienda son siempre tan cómodos…! Pero qué falsos son los zapatos...
Y a partir de ahí todo fue a peor. Me pasé todo el día con los pies fuera de las bailarinas del infierno y cada vez que oía a alguien por el pasillo me las ponía. Se me pasó la hora y tuve que salir literalmente corriendo. A los 30 segundos de haber abandonado el edificio se me rompió el asa del bolso y se me cayó al suelo. Lo enrollé como si fuera el látigo de Indiana Jones y salí corriendo parque a través. Vi un pájaro sin cabeza. Hacía un sol del demonio y no me había dado tiempo a ponerme la crema.
Como siempre, olvidé que era asmática hasta que empecé a jadear. Y luego a laiar. Entre respiración y respiración repetía como mantra “Qué asco de la mierda” alternado con la versión más enxebre "Qué noxo de la mierda". [Vi un pájaro sin cabeza.] Menos mal que era cuesta abajo y que al menos uno de los semáforos estaba en verde. A esas alturas ya estaba pensando "lo único que me queda es caer de bruces y que me pase alguien/algo por encima". [Un pájaro. Sin cabeza.] Cuando por fin llegué ya no sentía el dolor. Bueno, a quién vamos a engañar, los pies me dolían como el demonio pero el sol y los 30 grados me hacían pensar en otras cosas. [Muerto. Sin cabeza.]
Y entonces llegó el duelo final con la máquina de los billetes. Primero no quería el abono y después se dedicó a hacerme el vacío. Pero da igual porque pude apreciar una vez más el interesante ritual del guerrero que acude en ayuda de la damisela en apuros con la no poco paternalista frase "Mira, prueba así" para tragarse a continuación sus palabras porque no, no era así. [Un pájaro. Muerto.] Cuando conseguí llegar al último menú decidió que ese billete concretamente no me lo iba a vender, así que empecé a hacer clic como una posesa para que me devolviera mi abono. [¿Por qué miraría, dios mío, POR QUÉ?] Me lo devolvió justo a tiempo para que me metiera en el tren y esperase la clemencia del revisor. Y no volveré a comer pollo en una temporada.